Plaza de la Revolución |
Yo también empecé como todo turista, llegué a la
capital, estuve un día, viajé a Cayo Largo en un avión militar ruso, sin
ventanillas y finalmente a Varadero.
En ese viaje notamos, que los lugares turísticos
que nombré, son escenografías irreales de una tierra que tiene otra cara para
mostrar.
Nada más llegar a la Habana, se siente un
retroceso de cincuenta años en el tiempo, autos antiguos, casas más antiguas,
hoteles que quedaron de antes de la revolución, todo parece anacrónico.
Sin embargo, hay lugares modernos y lujosos como
la Marina Hemingway, uno de los lugares donde viven los poderosos del país, que
los hay. No todos son iguales en Cuba.
Una de las cosas que me llamó la atención, es que
está todo preparado para exprimirle el bolsillo al turista, precios altos, un
20% más caro que en otros lugares del caribe.
Atardecer en el Cayo |
Nosotros fuimos a bucear y la comida se pagaba
como adicional y la bebida, más adicional todavía.
Sirvieron langosta con arroz, a la langosta la
sacaron del mar mientras íbamos a nuestro destino, la cobraron como si la
hubieran traído del océano Índico. Eso sí, era cara pero fresca.
Justamente, la comida fue una de las cosas que
sufrí en todo la estadía en Cuba, los
hoteles eran muy buenos, pero siempre había lo mismo para comer, arroz y carne
de buey en múltiples combinaciones, pero con la misma esencia, a veces pescado
y poco más.
En cuanto a lo social, nos habían dicho que a los
cubanos les hacían falta muchas cosas, es verdad, pero no de primera necesidad,
comida, salud y educación no les falta. Lo que les falta, es el acceso a cosas
que en los países liberales se consideran comunes, información, una gaseosa, ropa
de marca, etc.
Por ejemplo, una gaseosa en lata costaba U$S 2,
que puede no parecer mucho, pero un médico en la isla ganaba U$S 20, a razón de
un médico por cada diez latas, obviamente inaccesible para el ciudadano común.
El malecón |
Nosotros contratamos un informal, que nos llevó a
conocer La Habana Vieja, casco histórico de la época colonial española, como
los que existen en todo el caribe, con sus fuertes, su plaza y su gobernación, con
alguna particularidad local, como los un poco más recientes, Museo de la
Revolución, Plaza de la Revolución y la Bodeguita del medio.
También paseamos por el malecón y la Marina
Hemingway, que mencioné antes. Bastante para un día. Nos faltó Tropicana, el
show más famoso de Cuba, que no pudimos ver por ser lunes.
Al otro día, volamos a Cayo Largo, una islita al
sur de la isla grande, en el mar Caribe.
El caminante de Trinidad |
En Varadero, lo anterior se nota todavía más,
porque es una lengua de tierra, donde hay hoteles uno al lado del otro y no
mucho más.
Ahí, un día nos juntamos con otros turistas
argentinos, alquilamos dos autos y nos fuimos a recorrer el interior, desde
Varadero, al norte, hasta Trinidad, al sur. Pasando por Cárdenas, Jovellanos,
Cienfuegos y cruzando por el medio del Parque Nacional Tope de Collantes.
A la vuelta, pasamos por Santa Clara, tierra donde
descansa mi compatriota el Che Guevara. Recorrimos 750 km en un día, alcanzó
solo para un panorama somero, pero algo vimos.
En las ciudades del interior de la isla, se acaba
la escenografía, ya no hay autos modernos, ni hoteles lujosos. El transporte
público son carretas tiradas por caballos, que llevan seis u ocho personas
atrás, sentadas en bancos enfrentados.
Otra característica cubana, es la lentitud con que
reparan los daños, generalmente provocados por el paso de algún huracán. Se
notaba en las playas, donde lo que el viento tiraba, quedaba ahí y en el
camino, que nos hizo desviar por la montaña y que nos hizo descubrir que 20 km
de ruta por la sierra, no se hacen en media hora, sino en dos o tres. Calle de Cárdenas |
Lo que aparece en todos lados sin falta, son los
hospitales. En el camino que les contaba, vimos una serie de edificios de cinco
pisos y creímos que finalmente habíamos llegado a Trinidad, pero no, era un
hospital en medio de la nada.
Cuando por fin llegamos a Trinidad, ya al atardecer, descubrimos que la ciudad de 1514, que conserva muy bien sus características coloniales y fue propuesta como patrimonio histórico de la humanidad, por ser una de las ciudades coloniales mejor conservadas de América, realmente merecía estas nominaciones y nos hizo justificar la travesía.
Cuando por fin llegamos a Trinidad, ya al atardecer, descubrimos que la ciudad de 1514, que conserva muy bien sus características coloniales y fue propuesta como patrimonio histórico de la humanidad, por ser una de las ciudades coloniales mejor conservadas de América, realmente merecía estas nominaciones y nos hizo justificar la travesía.
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