El viajero Marco Polo: Santo Domingo - El día que se me rompió la “cebolla”

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miércoles, 12 de junio de 2013

Santo Domingo - El día que se me rompió la “cebolla”

República Dominicana, además de compartir una isla en medio del caribe con Haití, tiene la característica de ser el lugar donde Cristóbal Colón, desembarcó por primera vez cuando llegó al nuevo mundo, y su capital Santo Domingo, disputa con Sevilla la posesión de los restos del navegante genovés.
En resumen, es la puerta de entrada a la más que controvertida, conquista de América.
Playa Bávaro
Playa Bávaro
Este relato, trata principalmente, de mi viaje con mi esposa, desde Punta Cana a Santo Domingo y la complicada vuelta.
Punta Cana, está situada en la costa este de República Dominicana, frente al Pasaje de la Mona, que la separa de Puerto Rico, en pleno mar Caribe. Originalmente, era un manglar, una especie de pantano costero, donde crece el Mangle, árbol que le da su nombre y que, con una gran visión comercial, rellenaron para lograr una de las mejores zonas turísticas del caribe, con playas increíbles, hoteles excelentes y un mar cálido y tranquilo, excepto en época de huracanes.
Una excursión típica, para los que visitamos Punta Cana, es conocer Santo Domingo y sus reliquias coloniales.
Normalmente, los turistas hacen el paseo organizado por una agencia, pero como no puedo evitarlo, decidimos ir por nuestra cuenta en un auto alquilado y ver que nos deparaba el destino.
Para eso, tuvimos que recorrer unos 200 km, descubriendo entre otras cosas, que Punta Cana es otra de las grandes escenografías del caribe y que la realidad del resto del país, es bien distinta.
Fuera de los complejos hoteleros, que el visitante raramente abandona salvo para hacer una excursión, se ven lugares muy humildes, que son comunes  sobre todo en los países hispanos del caribe. Aclaro “hispanos”, porque en las islas que son propiedad de Francia, Holanda, el Reino Unido y Estados Unidos, la calidad de vida del trabajador común, es bastante mejor.

Altos de Chavón
Altos de Chavón
Empezamos el camino yendo  hacia el oeste, hasta Higüey, donde está la famosa catedral que visitó el papa Juan Pablo II, en 1992. Ahí nos desviamos hacia el sur, hasta llegar a La Romana, donde se encuentra Casa de Campo”, “el complejo turístico, más completo del caribe”, según los lugareños y Altos de Chavón, representación de una villa mediterránea del siglo XVI, que  se comenzó a construir en 1976 y se terminó en 1982.
La villa tiene escuelas de arte, un impresionante anfiteatro, donde cantó Pavarotti entre otros, e inmejorables vistas del río Chavón, donde se filmaron películas como Apocalipsis Now y Rambo. Un lugar digno de visitar.

Siguiendo nuestro camino, bordeando la costa sur de la isla, llegamos a San Pedro de Macorís, cruzamos el puente colgante sobre el río Higuamo y 50 km más adelante, por la carretera Mella, bordeada de palmeras, llegamos a Santo Domingo.
Una aclaración, esta ruta yo la hice en 1996, actualmente existe la Autopista del Coral, que según el mapa, es más directa y seguramente más rápida.
Los Tres Ojos
Los Tres Ojos
Al llegar a Santo Domingo fuimos al barrio colonial y a pesar de tener un mapa, como no conocíamos ni la historia, ni los lugares, estábamos bastante desorientados en cuanto a lo que había para ver y donde estaba. Por esto, es que insisto en planificar todo lo posible los viajes, se ahorrarán tiempo y dinero.
Después de dar un par de vueltas sin mucho resultado, decidimos contratar un guía, de los tantos que ofrecen sus servicios en la zona.
Fue una buena decisión, nos mostró lo más relevante:
La plaza España, donde está el Alcázar de Colón, casa de Diego Colón, hijo de Cristóbal.
La casa de Hernán Cortéz.
La catedral, donde no se puede entrar con pantalones cortos o pollera por sobre la rodilla, lo que beneficia a los oportunistas que alquilan pareos y pantalones.
El monasterio de San Francisco.
Faro a Colón
Faro a Colón
La calle de los nichos, llamada así porque fue un cementerio.
La casa del Sacramento, que debe su nombre al Santísimo Sacramento, a quien oraron los dueños, para que le devuelva la salud a su hijo enfermo y como el chico se curó, le dieron ese nombre.
El malecón, bordeando el río Ozama.
Los Tres Ojos, una caverna, donde hay tres lagos de aguas cristalinas, algunos de más de 10 m de profundidad.
Y finalmente, el Faro a Colón, construido en 1992, para celebrar los 500 años del descubrimiento de América, donde descansan los restos del almirante.

Bueno, terminado nuestro paseo, decidimos volver por donde vinimos antes de que se haga de noche. Y ahí se empezó a complicar.
Veníamos muy tranquilamente por la ruta, cuando una inoportuna nube de vapor empezó a salir del capó de mi auto alquilado. Por supuesto, la temperatura del motor subió a límites insospechados y quedamos varados en medio del camino a unos 150 km de nuestro destino. Ah, casualmente también empezó a oscurecer.
¿Qué hacemos? Buena pregunta, pero sin una buena respuesta que la acompañe. Tratamos de hacer dedo, (o autostop, o como se diga en el idioma del lector), pensamos en dejar el auto y buscar ayuda, pero no nos animamos. Otra opción era que uno busque ayuda y el otro cuide el auto, pero no iba a dejar sola a mi mujer en el medio de la nada, en fin, un problema.
Por suerte, al rato, paró una camioneta turística, de un amable dominicano, que transportaba unas señoras españolas hacia La Romana.
El servicial chofer, tenía teléfono y llamó a un mecánico conocido, que debería vivir ahí mismo, porque apareció en 5’. El diagnóstico, fue inapelable, “se rompió la cebolla”, dijo el experto.
Es el día de hoy, y pido la ayuda de algún dominicano de buena voluntad que me quiera explicar, que es la cebolla. Ni con internet, pude averiguarlo.
Conclusión, no podíamos seguir. Entonces, nuestro ya amigo chofer, se ofreció a llevarnos hasta La Romana, lugar donde había oficinas de National, la empresa que nos alquiló el auto.
Al llegar y para no pecar de afortunados, la agencia estaba cerrada, era de noche y La Romana sufría un corte general de energía. De nuevo, ¿qué hacemos?
A pie, de noche, con un auto que no funcionaba, en una ciudad sin luz y a 100 km del hotel. Si no lloré en ese momento, no lloro más.
Finalmente, para abreviar, nuestro querido amigo chofer, se ofreció a llevar el auto a la oficina de National al día siguiente y nos consiguió una camioneta para que nos lleve a Punta Cana, por el módico precio de U$S 100, exactamente lo mismo que salía la excursión de la agencia.
Dudamos, pero cuando no hay salida, hasta el precipicio parece un escape, así que nos fuimos, dejando el auto en manos del conductor samaritano.
Llegamos a las 11 de la noche, teníamos hambre y el restaurante estaba cerrado, los amigos que habíamos conocido en el viaje estaban preocupados y nos dormimos rezando que devolvieran el auto.
Al otro día, fuimos a la oficina de la empresa, donde lo habíamos retirado, contando lo que nos había pasado y nos miraron con cara de terror, (por el auto, no por nuestra odisea), llamaron al aeropuerto, donde iban a dejar nuestro averiado vehículo y……. por suerte lo habían devuelto. Debo decir a favor de la empresa, que no nos cobró el alquiler, pero no conseguimos que nos reintegre los U$S100.
En cuanto a nuestro honesto y amable amigo chofer, que le agracemos haber cumplido con su palabra, solo se le olvidó un detalle: decirnos que el Aeropuerto de las Américas, que estaba mucho más cerca de donde nos quedamos que La Romana, pero en sentido contrario, estaba abierto hasta tarde y nos hubieran cambiado el auto sin problemas y sin costo.
La moraleja de este relato es, que no siempre ir para adelante nos acerca a nuestro destino.

Casa de Diego Colón
Casa de Diego Colón en Plaza España

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